Els 7 amics que necessites i no són els que creus (La Vanguardia)
25.01.19
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Las técnicas basadas en principios de la neurociencia ganan peso en la formación de los profesionales del sector asegurador
JOSEP GENDRA I HOM Publicado a 24-01-2019 1:57
Con el nuevo año, casi todas las personas nos hacemos propósitos de cambio, de mejoras, de alcanzar unas metas, de dirigirnos a un objetivo, de conseguir nuevos hábitos o de eliminar otros que ya no nos sirven… y el sector asegurador no es ajeno a ello.
Los directivos y mediadores de seguros enfocan también sus organizaciones para adaptarse al propósito de cambio empresarial que sea necesario. Sin embargo, a menudo, se quedan en eso: propósitos de cambio sin más. Al no alcanzar esas metas, nos frustramos, nos enfadamos y nos decimos con insana resignación que el año que viene sí será el definitivo. Nos dejamos llevar por la corriente del río que es el paso del tiempo, día tras día, sin tener sensación de control ni sobre nuestros comportamientos, ni sobre los resultados empresariales ni, en definitiva, sobre nuestras vidas. Y así van pasando los años…
Como una forma de paliar las posibles deficiencias organizativas en cuanto al cambio, las empresas aseguradoras, como tantas otras, favorecen el cambio en las organizaciones a través del cambio en las personas, implantando técnicas que combinan el coaching y la formación tradicional con enfoques basados en los principios de la neurociencia.
Hay que acabar con los viejos hábitos porque, si no, ellos acaban contigo
Qué curioso que sabemos lo que queremos cambiar, que sabemos cómo queremos cambiarlo y también cuándo. También es curioso que reconozcamos el daño que nos hacemos si no cambiamos e incluso, lo que nos perdemos si no cambiamos… ¡pero no somos capaces de hacerlo!¿verdad?
En las empresas del sector asegurador sucede algo parecido, con el agravante que, al final, se hecha la culpa de la incapacidad de virar de rumbo a la crisis, a la competencia, a los empleados, a los socios, a los clientes…
La explicación es muy sencilla y la neurociencia nos señala el camino. Nuestro cerebro está preparado para reproducirnos como especie y para sobrevivir como seres vivos. Además, con una función vital añadida: ahorrar energía. Y ahí es donde reside el secreto del cambio, en tomar consciencia en nuestra mente engañosa de que vamos a ir contracorriente porque:
- El cambio significa desconectar nuestro piloto automático– salir de nuestra Zona de Confort le llaman- y eso es vivido como una “amenaza de muerte” por nuestro cerebro más primitivo -Repitiliano según McLean (1984)- pues la Amígdala se encarga de generar el miedo necesario para que ni te muevas -Dios mío que me quede tal como estoy, se suele decir- ante lo nuevo, lo diferente, lo que no conocemos.
- Todo cambio requiere de gran cantidad de energíaen nuestro cerebro para primero desaprender lo que sabemos y después poder aprender cosas nuevas. Y eso va en contra de la función vital de ahorro de energía de nuestro cerebro. Y, en consecuencia, en contra del tan ansiado cambio también.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar
Machado nos indicaba que ese camino lo crea cada cual y, ciertamente, es así porque cambiar es aprender y aprender es crear nuevos caminos neuronales. Aprendemos gracias a la neuroplasticidad, esa genial propiedad de nuestro cerebro de crear neuronas nuevas a partir de células madre alojadas en distintas zonas de nuestro cerebro.
Estas neuronas nacen, se transforman y se interconectan cuando aprendemos -caminante no hay camino- y cambiamos cuando aprendemos -se hace camino al andar-. El cambio significa generar nuevas neuronas que migran a las zonas cerebrales donde se necesiten para ejecutar ese cambio deseado, o sea, para crear las conexiones sinápticas necesarias para aprender y, en consecuencia, cambiar.
¿Un cambio en sólo 21 días?
Este proceso de neurogénesis requiere de un tiempo determinado para afianzarse. Algunas neuroinvestigaciones afirman que cambiar un hábito en sólo 21 días no es posible ya que se requiere de una media de 8 semanas para crear ese hábito nuevo, ese cambio de conducta o de comportamiento perdurable en el tiempo, en función de la complejidad del mismo. Es de pura lógica, no hay tiempo suficiente en 21 días.
“Lo que descubrimos fue que las personas de nuestro estudio tardan un promedio de 66 días en adquirir un hábito”, dice la profesora Jane Wardle, del University College of London, quien realizó el estudio con la Dra. Phillippa Lally en 2009.
El secreto está en actuar y en perseverar
Dicen que querer cambiar algo sólo con desearlo es como querer saciar el hambre únicamente leyendo la carta del restaurante… se hace camino al andar. ¿Quieres conseguir algo? ¡Hazlo! Y persevera aunque sólo sea por el deseo de ser persistente.
El problema normalmente está en la fuerza de voluntad de la que carecemos cuando queremos hacer algo. Las excusas que nos ponemos son más fuertes que esa voluntad de hacerlo y ahí, de nuevo, la neurociencia nos arroja luz. Lo que sucede es que, a menudo, nuestra mente nos pone trampas para sobrevivir y para ahorrar energía. A esas trampas les llamamos barreras al cambio, del tipo: “no vale la pena”, “da igual”, “no puedo”, “tanto esfuerzo…”, “de qué sirve”, “no me compensa…”, etc.
Por eso lo que necesitamos para cambiar es algo más potente que esas barreras y a eso se le llama motivación. Si no estamos motivados, no nos movemos y nos motivamos cuando nos emocionamos. Curiosamente, motivación, moverse y emoción comparten la misma raíz del latín.Emotio, emotionis que deriva del verbo emovere usado para describir lo que se mueve, lo que se traslada, lo que se retira de un sitio para llevarlo a otro. En definitiva, lo que te saca de tu estado habitual.
Para cambiar, ¡emociónate!
Todos los cambios que queremos emprender, esos propósitos de inicio de año, se basan en el cambio desde razones concretas, puramente cognitivas y lógicas y es por eso, precisamente, que fracasamos y no perduramos en ello. Al final nos decimos que “por lo menos lo he intentado”, frase que dicho sea de paso, te hace salir ya como perdedor o perdedora de buenas a primeras.
“Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes” le decía Yoda en el entrenamiento para maestro Jedi a Luke Skywalker. Y es que cuando cambiamos desde la emoción, perduramos en el tiempo, nos motivamos a empezar y nos ayuda a perseverar. Es encontrar el ‘Para Qué’ emocional y no el cognitivo lo que nos ayuda a continuar creando camino y a generar un cambio auténtico y perdurable en el tiempo.
Los 7 amigos del cambio
Dicho todo lo anterior, lo que necesitas para cambiar es:
- Confianza:en ti mismo/-a y en tus posibilidades para vencer el miedo al cambio.
- Humildad:para saber que puedes y quieres aprender mucho en ese camino de cambio.
- Creatividad:para generar ideas nuevas y diferentes que te ayuden a cambiar.
- Aceptación:de las dificultades, del tiempo necesario y de las trampas de tu cerebro.
- Interdependencia:apóyate en quien necesites que te pueda ayudar y acompañar en el cambio.
- Esfuerzo:quizás tienes que sacrificar algo a cambio de lo que quieres conseguir, esfuérzate y persevera.
- Retos:tu visualización emocional y constante del Para Qué de tu cambio te recordará a diario la persona que quieres llegar a ser con ese cambio, poco a poco, paso a paso, reto a reto…
¡Y escríbelo todo!
Hazlo en una hoja de papel, una cartulina, una libreta o en la pared pero hazlo porque cuando escribes tu sueño de cambio en un papel y le pones fecha, se convierte en un objetivo. Cuando divides tu objetivo enpequeños pasos -ver el Método Kaizen para mayor abundamiento- se convierte en un plan. Y un plan respaldado por tu comportamiento y acciones se convierte en realidad.
Josep Gendra i Hom, psicólogo y formador, es asesor en Desarrollo de Personas del Col·legi de Mediadors d’Assegurances de Barcelona
“El secreto del cambio es enfocar toda tu energía, no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo” (Sócrates)